By: Ella y Yo

Capítulo 3: Tango


“Hagas lo que hagas o las buenas intenciones que tengas siempre habrá un idiota que querrá hundirte”

La música cesó. Eileen dio el último paso. La clase estalló en aplausos y yo salí de mi trance. Me uní a los aplausos. Sonreí. Por primera vez, alguien había impresionado (y cuando digo impresionado, es dejar con la boca abierta y casi caerse de culo) a Manu. Era increíble con la soltura con la que bailaba Eileen, parecía que volaba, que no tocaba el suelo. Era algo mágico, algo casi imposible.
 -Maravilloso Eileen! –dijo Manu acercándose y abrazándola-. ¡Tienes el mismísimo talento de Frida Newman o de Sharon Stone!
La vi sonreír, porque entre la marea de tíos que se había creado a su alrededor y que mi tío era un pedazo armario que no me dejaba ver lo que pasaba, iba fino.                       
-Bueno chicos -prosiguió Manu haciendo un poco de hueco para que Eileen pudiera volver a su sitio con nosotros (aunque lo que tuvo que hacer para conseguir ese hueco fue dar codazos a mansalva mientras decía “perdón”, “disculpad” o “paso”-, vamos a enseñarle a Eileen la coreografía ¿de acuerdo?                                          Nos colocamos en nuestras posiciones habituales (tres, cuatro, cuatro) y esperamos a que Manu pusiera la música.
Era una de mis canciones favoritas de Three Beat, Electronic Dance. Lo que más mola es cuando Girly canta su solo, porque en ese momento, Young, un chico de clase, baila un solo de breakdance, mientras nosotros fingimos ser robots. Es mi parte favorita, porque voy delante.
 El baile le entusiasmó a Eileen, que aplaudía muy alto desde su sitio y sonreía
-¡Alucinante! –gritó entusiasmada. Se levanto y se dirigió a darle la enhorabuena a Young
La verdad, es que todos estábamos bastante nerviosos cuando bailamos delante de ella. Era la primera vez que lo hacíamos sin Manu, y además incluyendo el solo de Young.
-¡Bueno chicos! –gritó Manu intentando hacerse oír entre la multitud de alumnos (aunque sólo éramos doce, hacíamos mucho barullo)-. Hay que empezar con el nuevo baile. Y ya sabéis, el vestuario preguntárselo a Giovanna, ella es quien tiene los trajes, y no os olvidéis de hacer el solo de break.
Comenzamos con el nuevo baile. Manu me había hecho caso y usó una de mis canciones favoritas para el bailes: Heart, Love & Passion, de E.M.A. con Montre Rela
-Veamos –empezó a dirigir Manu-. Para este baile, había pensado que lo podríamos empezar por parejas, así, cuando canta E.M.A. bailáis las chicas, y cuando lo hace Montre Rela, los chicos, ¿vale? Pues venga, poneos por parejas.
En la clase hubo un revuelo. A mí eso de lo de las parejas me daba mala espina, puesto que estaba viendo como Jenna (una chica menudita y pelirroja con unas gafitas cuadradas y negras que hacían que sus ojos verdes –a ella no le habían afectado las lámparas- fueran más grandes de lo normal, que a veces se pasaba los descansos con nosotros) y Sandra cuchicheaban mientras miraban a Eileen y luego a mí. Esto no iba a gustar, eso fijo.
De repente, noté como alguien se caía encima de mí, y yo como un acto reflejo, la sujeté. Baje la cabeza y vi... ¡Que era Eileen! Así que era eso lo que cuchicheaban esas dos. Luego tendría unas palabras con ellas. Capullas.
-Creo que me toca contigo ¿no?
Bajé la mirada para mirarla a los ojos y sonreí mientras la ayudaba a levantarse.
-Si –dije exasperado-. Al parecer si.
Les dirigí a Sandra y a Jenna una mirada asesina, mientras ellas se partían de risa. Esto lo iban a pagar caro.
-Bueno –dijo mirando a toda la clase para asegurarse de que todos teníamos pareja-. El principio, como muchos sabéis, en la canción suena como un tango. Pues bien, quiero hacer el principio como un baile de tango.
Hubo quejas. lo de los bailes de salón no iba con ninguno de nosotros, y menos el tango. Lo poco que sabía de ese baile es que era el baile de la pasión y que por lo menos era rápido. Entonces... Mierda. Las ruedecitas de mi cabeza empezaron a encajar las cosas. Maldita sea Sandra.
-Venga, no os quejéis –dijo Manu-. ¡Será divertido! Vamos a ver. Lo primero que tenéis que hacer es, los chicos ponerle la mano en la cintura a vuestra pareja y las chicas en el hombro. La mano libre se la cogéis a la pareja.
¡¿En la cintura?! ¿Pero estas dos de que iban? Os juro que cuando saliéramos de clase las mataba.
-Luego, os tenéis que juntar casi nariz con nariz –más quejas-. Venga chicos, no os quejéis. Miradlo por el lado profesional, esto es para vuestro futuro.
Aceptamos a regañadientes. Me junté más a Eileen. Sentía su respiración y el latido de su corazón. Dios, que situación. Me miró con sus ojazos azules y sonrió.
-Que situación tan incómoda ¿verdad? –me dijo en voz baja mientras se fijaba en como Manu bailaba el tango (o algo así, porque mas que un bailarín, ahora parecía un pato mareado).
-Si –contesté yo imitando el juego de pasos que hacía Manu-. La verdad es que la culpa es de Sandra y de Jenna.
-¿Quién es Jenna? -me preguntó.
-Esa de ahí, la de las gafitas negras –la incliné en su dirección para que la viera y la levanté-. Fue la que te empujó hacia mí
-¡Que capullas! -dijo divertida mientras giraba sobre sí misma-.
-Ya ves –susurré molesto mientras Eileen y yo hacíamos el juego de pasos, imitando a Manu, en un intento de bailar tango. Volví a hacer girar a Eileen sobre sí misma. Cuando volvió a pegarse a mí de nuevo, pegados otra vez nariz con nariz, sentí ganas de besarla. Ya sé lo que pensáis “¿Tan pronto? Pero ¡si la acabas de conocer!”. Pero es lo que tiene enamorarse, no puedes evitar hacer cosas que luego eres incapaz de explicar. Además, es mi vida, no la vuestra. ¡Ja!
Giramos de nuevo. Manu dio otra instrucción y toda la clase hizo lo mismo. Me empezaba a gustar esto del tango. No penséis mal, no era por tener a Eileen tan cerca que podría besarla en ese mismo momento, sino porque estaba teniendo una conversación agradable, con alguien agradable y sin interrupciones. Maravilloso.
Repetimos los pasos de baile más veces. hasta que Manu decidió empezar
-¡Muy bien chicos! -dijo Manu-. Veamos que tal se os da con música. Una cosa, cuando empiece la canción, al principio estáis chicas a un lado y chicos a otro. Empieza la canción con E.M.A. diciendo “one, two, three, four” y os colocáis en las posiciones hasta que empieza a cantar. Cuando entra Montre Rela os separáis y empezaréis la parte de New style del baile ¿de acuerdo? Pues vamos.
Le dio al play y nos preparamos. Como dijo Manu, E.M.A. empezó y nos colocamos para bailar el tango. Eileen me sonrió y me agarró con fuerza la mano. Comenzamos. Paso a la izquierda, a la derecha, giro, inclinación y de nuevo paso, paso, inclinación, giro, paso y para terminar inclinación.
-¡Muy bien –exclamó Manu-. Solo he visto algún fallejo referente al juego de pasos, pero por lo general, todo ha salido muy bien. Vamos a repetirlo.
Volvimos a bailar, una y otra vez. Todo ahora salía de un manera fantástica y hermosa, nada podía detenernos. La música estaba en nuestras cabezas, sonando de forma interrumpida, como si no hubiera un mañana, como si sólo pudiéramos bailar, como si hubiéramos nacido para ello. Éramos dos personas, pero la música nos había unido.
Pero el Destino es muy cabrón, he hizo que en ese momento mágico, sonara el timbre. Algo más para añadir a mi venganza contra la sociedad. Os lo juro, si algún día intento hacerme famoso, lo haría inventando un timbre que no sonara como una campana oxidada.
Me separé de Eileen, mientras ella me dedicó una de esas sonrisas blancas suyas. Me fijé que en uno de sus dientes tenía pegado una de estas piedrecitas de colores que estaban muy de moda en el 2010 y en el 2011. Creo que se llaman “esvarosquis”, pero no estoy muy seguro. Me soltó la mano, aunque hasta ese momento no me había dado cuenta de que se la estaba sujetando. Le sonreí, y ella se rió. Seguramente había puesto una mueca rara en vez de una sonrisa como dios manda. Bueno, por intentarlo no había pasado nada.
-Bueno chicos –nos dijo Manu, contagiándonos con su buen humor-. Hasta luego a los de Funky, y a los demás... También “hasta luego” porque seguro que me encuentro con vosotros en los jardines.
Nos reímos.
-Recordad los pasos, porque en la próxima clase va venir Giovanna a supervisar los pasos de tango –nos dijo con una sonrisa.
Me reí en bajito. Giovanna era la profesora de hip-hop del centro, y la... Bueno, algo parecido a la “novia” de Manu, porque muy poca gente (entre los cuales Max, Sandra y yo nos encontrábamos) lo sabía. También estaba muy metida en el mundillo de los bailes de salón y estaba bastante enterada en lo del tango, salsa, vals, quick-step y demás.
-Ahora... ¡Huid!
Recogimos las toallas y las bolsas y nos fuimos de clase. A la salida iba a tener unas palabritas con Jenna y Sandra.

-¡Sois las peores amigas que un tío puede tener! –les grité a Jenna y a Sandra al salir-. ¡Unas auténticas...! –busqué un taco con el que no se ofendieran, pero estaba demasiado enfadado-. ¡Ah! ¡A la mierda con vosotras! ¡Que os den!
Las dos me seguían partiéndose de risa mientras yo andaba dando unas zancada enormes y pisando fuerte el suelo intentado huir de todos los que pasaban mirándome como diciendo “a este se le ha ido la chaveta”.
-Venga Samu no te enfades –me dijo melosa Jenna-. Si lo hicimos por tu bien.
-¿Por mi bien? ¡¿Por mi bien?! –exploté-. ¿Pero vosotras estáis bien del coco? ¡Lo que habéis hecho no era por el bien de nadie! ¡Sólo el vuestro por reíros un rato! 
Salí furioso del edificio escuchando las carcajadas de esas dos buitres (es más, sus risas sonaban como graznidos. Oh, las iba a matar), cuando alguien me aplastó poniéndome la capucha de mi chaqueta. Ahora lo veía todo oscuro, hasta que Max levantó de nuevo la capucha. Otra víctima más. Triple asesinato. Solo faltaba que Amaia se burlara un rato de mí y ya me arrestarían por genocidio.
-Mira Max –le dije mientras daba unas zancadas enormes para huir de las risas de los de clase-, no me toques la moral ¿de acuerdo?
-Vale –me dijo dándose la vuelta-. Sólo quería decirte que Eileen nos estaba buscando a Sandra, a ti y a mí. Pero si insistes...
Resoplé. La gente cuando quiere es muy insoportable.
-Deacuerdo –dije arrastrando las palabras-. ¿Dónde está?
-En el sauce, al lado del lago –me contestó mientras se dirigía a Sandra para decirle lo mismo.
-¡Os veo allí! –les grité y salí corriendo hacia el lago.

Cuando llegué, Eileen había sacado una mesa de madera (seguramente con una arandela) en la que había puesto un mantel y platos con tupperwares, que lo más probable es que tuvieran comida dentro. ¡Increíble! ¡Comida del exterior! Aquí, la comida llegaba en envases al vacío, y si querías que te trajeran comida de verdad, tenías que encargarla como una semana antes y era muy caro, porque tenías que pagar el submarino, la comida y la refrigeración. La comida del exterior, en cambio, la podías comprar directamente, si  refrigerados ni nada. Era comida de verdad.
-¡Samu! ¡Ven! –me llamó cuando me vio.
Fui corriendo hacia la mesa y me quedé impresionado. Tortas de maíz y ensalada de pasta. Comida ligera y deliciosa. ¡Esto era el paraíso!
-¿Y bien? –me preguntó con una sonrisa.
-Pues... Que te falta tarta y ya sería un gran menú.
Eileen se rió, mientras se inclinaba para coger un tupper más grande que los demás. Me lo pasó.
-¿Tarta de arándanos? –dije sopesando el contenido.
-Trata de arándanos –me sonrió ella-. Os quiero agradecer que os hayáis portado tan bien conmigo, y como es el descanso de comer, y mi madre siempre se empeña en que coma el triple del recomendado, pues aquí lo tenéis.
-Bueno –dije yo-, al menos he encontrado a otra persona que tiene una madre obsesionada en convertirle en una albóndiga gigante.
Nos reímos.
-Buena clase ¿eh? –le pregunté.
-Si –me contestó mientras colocaba el tupper enorme en mitad-. Manu me cae muy bien, pero cuando baila tango parece un pato mareado.
-Si –dije riéndome-. La verdad, Manu cuando baila New Style, tendrá todo el equilibrio que quieras, pero lo de los bailes de salón... No es que sea su afición número uno.
-En eso te doy toda la razón –dijo-. Es tu tío ¿no?
-Premio para la señorita –le dije imitando a un presentador de concursos-. Ahora puede elegir entre un viaje a Italia con los gastos pagados o una plaza en Juilliard para baile.
-Es muy tentador, señor mío –me dijo con un gesto teatral-. Pero si le soy sincera, prefiero acabar el curso aquí y una tarjeta de regalo de trescientos dólares o una entrada para ir a ver a LiuSea.
-Pues verá, eso no va a ser posible, puesto que ambos premios me los he quedado yo –hice una pausa para ver la cara de indignación que ponía-. ¿Quién soy?
-¡El Senado! –gritó alguien a nuestras espaldas.
Me giré y me topé con Max y Sandra.
-¡Bueno! –dijo sonriente-. Al parecer la visitante sabe cocinar ¿eh?
-Si a visitante llamas a mi madre... –dijo ella con desdén.
-No me lo creo –dijo Sandra fijándose en lo que había para comer-. ¡Tortas de maíz! Hace siglos que no comía de estas. Venid con mamá pequeñitas.
-Eh –le comenté a Eileen-, olvidé decirte que Sandra sí que puede comer su peso en comida, así que o te lo comes todo rápido, o todo desaparece.
-Lo he oído Samu –replicó con la boca llena.
-Lo tendré en cuenta –dijo incrédula mientras veía a Sandra comer (o mejor dicho engullir) tres tortitas de golpe-. Por lo menos luego no tendré que limpiar mucho.
Antes de que toda la comida se fuera a la tripa de Sandra, nos abalanzamos sobre la mesa para comer.
Fue una de las mejores comidas de mi vida. Max, Sandra, Eileen y yo, bajo un sauce llorón comiendo comida del exterior. La verdad, la mejor tarde de mi existencia. Todo era perfecto. Hablábamos a gritos, interrumpiéndonos unos a otros, contando chistes, burlándonos del mundo, haciendo nuestra vidas lo principal en ese momento, sin preocuparnos por nada, ni por estar bajo una cúpula de cristal en el océano, ni por la superpoblación que tenía nuestro planeta. Por nada de nada. Simplemente por que Sandra no se comiera toda la tarta ella sola, ya que Max y yo sabíamos que era muy capaz. Sandra era la única persona viviente que había visto comerse de golpe una lasaña de Fede Justo, el cocinero del pueblo en el que yo vivía antes. Y mira que esa lasaña tenía alrededor de trece capas de carne y queso. Pero, no. Sandra se comía una, una y media si no había desayunado. Sólo de pensarlo, ya me sentía lleno.
Cuando terminamos de comer, nos tumbamos un rato bajo el sauce para bajar la comida, y bueno, contarle nuestra vida a Eileen.
-Alicante ¿eh? –nos preguntó.
-Alicante, Alicante no –la corrigió Max-. Vivíamos en un pueblo de la costa, Altea.
-La playa era maravillosa, no he pasado mejores momentos que fuera de ese sitio –le comentó Sandra-. Y mira que sólo vivimos allí hasta los... ¿diez años, no chicos?
-Tú tendrías diez años –dijo Max teatralmente-. Yo ya tenía once.
-Si ya eras “el señor Max” como te llamaba Goli ¿no? –le contesté con desdén.
-Haya paz chicos –dijo divertida Eileen-. Seguid contándome cosas de Altea.
-Pues vamos a estar aquí un buen rato –murmuró Sandra con desdén.
-Tenemos tiempo –dije mirando el reloj. Quedaba media hora hasta que empezáramos la clase de hip-hop. Sin darme cuenta, me sumergí en anécdotas e historias, sobre los diez años más felices de toda mi vida, y con diferencia, los mejores.

-¡No me lo creo! –exclamó Eileen
-Pues ya te lo vas tragando –contestó Sandra.
-¿De verdad que atasteis a un dogo a una carretilla para que os sirviera de caballo? –preguntó incrédula.
-La idea fue de Max –dije aparentando inocencia-. Pero yo fui quién le até.
Eileen soltó una gran carcajada, soltando todo el aire que tenía en los pulmones. Tres segundos después, nos habíamos unido a sus risas.
-Me estoy imaginando a tres niños de seis años, bajando a toda velocidad una cuesta abajo con un dogo enorme tirando como un caballos de carreras. En serio, no me imagino a mi hermano Mike haciendo eso.
Nos reímos de nuevo, pero nuestras risas fueron tapadas por el timbre. Dios, que aparato tan irritable.
-Bueno, ya nos veremos –dijo Sandra-. Si llego tarde Celeste me cruje viva. Y no me apetece tener la columna vertebral como un acordeón. Nos vemos a la salida ¿no?
-Si, adiós –le dijo Max-. Recuerda: Somos los que no vamos de rosa.
-Ja ja, que gracioso –dijo ella con desdén.
Eileen me miró con una cara de “¿de qué demonios está hablando?”.
-Luego te lo cuento en commercial –susurré.
-Vale –susurró a su vez.
Nos dirigimos a la clase de Hip-Hop, antes de que la marea de gente nos arroyara y nos quedáramos planchados contra el suelo para siempre como alfombras.
Entramos en clase, y nos sentamos en el suelo, esperando a que Giovanna entrara en clase.
Cinco minutos después, una chica de veinte años, de ojos color verde esmeralda (gracias a las gafas de sol) y pelo castaño con reflejos rubios entró por la habitación. Llevaba su habitual estilo excéntrico de ropa: Pantalones cortos marrones, corsé de cuero con hebillas a lo steampunk, blusa blanca con escote de pico, medias de redecilla negra y botas militares marrones. En la cabeza llevaba una gorra de aviador también marrón. Llevaba en la mano una bolsa enorme de cuero negro y una carpeta color burdeos con hebillas a modo de cierre con tantos papeles que parecía que iba a explotar de un momento a otro. Giovanna era la diseñadora de los trajes de la academia. Ella hacía plantillas de diseño y luego las enviaba al taller de su prima, Connie. Ella nos hacía los trajes, y luego nosotros le dábamos el dinero a Giovanna. Ambas vivían juntas, encima del taller de Connie, en un pequeño loft. Giovanna se vestía de seteampunk y Connie de un estilo en plan goth punk, como si fuera una chica muerta. A nosotros nos encantaba llamarla  Bloody Mary.
-Bueno, bueno, bueno –dijo plantándose delante de Eileen-. Una cara nueva ¿eh?
-Hola soy Eileen –dijo ella tendiéndole la mano-. La extraña del exterior.
-La visitante –aclaró Sandra.
-Pues yo, a diferencia de Manu, no te voy a pedir que bailes, pero eso sí, te voy  a meter una caña impresionante –le dijo sonriendo-. Bueno, antes de empezar con el nuevo baile del curso, quería deciros tres cosillas.
>>La primera, es que no vamos a poder actuar en el auditorio para primavera porque los de broadway han empezado las audiciones de “Music River” y están muy atareados –nos quejamos. Muchos que vienen aquí tienen padres (como Kathy, Young o Sandra) que piensan que lo de bailar es una tontería y que no vale la pena. Las actuaciones les da la oportunidad de demostrarles que eso no es verdad-. Lo siento mucho chicos, se que os hacía ilusión actuar allí, pero no va a poder ser. Le suplicaré a Celeste a ver si puede aplazarlas, pero no os prometo nada.
>>Lo segundo, y creo que lo mejor, es que el mes que viene, Raphael Patterson va a venir a ver las actuaciones para los que se quieran matricular en el curso de World Dance Studio para hip-hop, commercial y new style –gritos y más gritos. Ya quedaba poco para que cumpliéramos nuestros sueños-. También vendrá Georgia White para las pruebas de la British Professional Academy of Arts para Broadway, Funky y Ballet. Las chicas que van a Cheerleaders, vendrá Gustav Kalakof de la German Agency of Cheerleaders. Recordad que es necesario controlar un poco el alemán y os harán una entrevista.
>> Y por último, he conseguido ojeadores para la actuación de fin de curso –grito bomba. Me reí. Esperaba que Manu hubiera conseguido unos buenos ojeadores-. Son Françoise Lambert, Julio Méndez y... -me hizo un gesto para que hiciera un redoble de tambor con las manos- ¡Nadia Parvenski!
Nos quedamos mudos. Nadia Parvenski era, es y seguirá siendo la mejor amiga de Axxey.

Capítulo dos: Strarstruck

"La música nos mueve a todos. Cada armonía, cada nota, cada melodía es un fino hilo que nos une sin que lo notemos, pero de todas formas estamos unidos" 


-¿Esa es Eileen? –preguntó Sandra extrañada-. Me imaginaba pecosa y de pelo negro.
-Y yo pensaba que no estaba tan buena –dijo Max.
Me reí, pero tenía razón. Eileen estaba muy buena, y era muy guapa. Pero esos ojos... Me sonaban. No era la primera vez que los veía, pero no recordaba dónde. Le quité importancia al asunto, puesto que iba a tener todo el curso para pensar en ello.
-Hagáis lo que hagáis, no le digáis lo de las zapatillas y tampoco lo de Becca ¿de acuerdo? –nos advirtió Amaia-. Y cuidadito de que no se dé cuenta de que miramos sus zapatillas, viene hacia aquí.
Me giré un poco, lo suficiente como para ponerme de perfil para que no pareciera que la estaba mirando pero tampoco dándola la espalda. Oí cómo las zapatillas iban dando pasos en el suelo, hasta acercarse a nosotros. Vaya, se ve que deberíamos tener un cartel de “si usted está perdido o quiere no que darse en ridículo el primer día de curso, pregúntenos” porque los pasos venían directamente hacia nosotros.
-Hola –saludó-. Me llamo Eileen, pero supongo que eso ya lo sepáis. Vengo a matricularme, pero llevo dando vueltas a los jardines del instituto y no encuentro el edificio.
Eso era muy común. Perderse era muy fácil en el instituto, puesto que tenía unos jardines enormes. Había tres zonas: La zona de descanso, la de ensayos y la de las clases. Las dos primeras zonas estaban más o menos en la misma explanada y una al lado de la otra, mientras que la zona de descanso, que era la favorita de todo el mundo, era un grupo de jardines que rodeaban la escuela (os preguntaréis cómo el gobierno se ha podido permitir tal cosa. En realidad, por cada... ¿diez burbujas? hay una escuela especializada. Si te mudas a otra burbuja no te cobran la mudanza, pero si sales al exterior, si).  La zona de descanso estaba compuesta, básicamente, de unos jardines enormes. Tilos, castaños, ginkos, sauces... Árboles de todo tipo y de todos los tamaños. Nuestra parte favorita de esa zona era la del sauce llorón (que era en la que estábamos en ese momento). Era una explanada con un pequeño lago y un sauce llorón enorme al lado de este. El espacio estaba, supuestamente, para que pudieran estar muchos alumnos debajo del sauce, pero como instalaron una zona de ginkos que daban mucha sombra, casi todo el mundo se pasaba el tiempo allí, así que teníamos sombra y relax sólo nosotros tres.. El sitio favorito de Amaia era la de los cerezos rosas. Eran unos cerezos que habían sido cambiados genéticamente para que sus hojas y sus flores fueran de todos los tonos de rosa. Lo mejor de ese sitio, era que como había tantas flores y tantos árboles, era imposible encontrar un sitio para poder tumbarse. O eso era lo que creía todo el mundo. Por una parte del “bosquecito” de cerezos, había un pequeño camino que daba a  un claro de hierba verde y húmeda precioso. Ese sitio estaba poco iluminado y la verdad es que era muy agradable, porque te podías echar una siesta sin que nadie te molestara. Pero Amaia fue tan inteligente de decírselo a Becca y las demás, así que el pequeño claro rosa había pasado a formar parte de los territorios de Ellas.
Las otras dos zonas (la de ensayos y la del edificio) eran las dos iguales: Una explanada enorme con un edificio gris con cristales azules, verdes y violetas (pero más que cristales parecía una masa de colores transparente que se movía).
El edificio de la zona de ensayos parecía una concha gigante: Una media esfera de acero gris plata con una zona de cristales en la parte superior con una puerta gigante del mismo cristal que las ventanas y unas escaleras de hormigón blanco enormes que ahora están llenos de carteles de actuaciones y graffiti con eslóganes como “Abajo el Senado”, “Vivir bajo el agua es vivir bajo presión” o “Nunca viviré como lo hice respirando aire natural” (este me encantaba), pero no estaba feo, como en los callejones de Nueva York o las calles de Brooklyn. Quedaba bonito a su manera. El interior del auditorio no era como los demás del exterior. No era así como antiguo y elegante. Era moderno y futurista, con unos sillones negros y blancos, luces fluorescentes azules y paredes y suelos blancos. El auditorio tenía tres salas: La de descanso, la de los camerinos y la del auditorio. Nuestra zona favorita era la de los camerinos. En nuestro instituto se hacían bailes en común, uno por sexos, otro por nivel y otro por grupos. El de común era toda la clase junta, el de sexos, chicos y chicas bailaban juntos pero en un lado los chicos y en el otro las chicas, el de nivel se dividía a los alumnos por nivel fácil, intermedio, difícil y World Dance Studio (que sólo debería haber dos o tres alumnos entre los que yo no me incluyo, aún me quedaba un año para eso, y lo esperaba con ansia) y el de grupos era un baile que montabas tú mismo en tu grupo. El grupo tenía que ser de tres a cinco personas y nadie podía ayudarte a montar el baile (pero eso no impedía que mi tío y profesor de baile Manu no me enseñara pasos de baile) Esa parecía una pared tapiada con un trozo de madera encima. Por detrás había un agujero y este pasaba por debajo del escenario. ¿Qué significaba esto? Que Sandra, Max y yo podíamos hablar con total tranquilidad sin que nadie nos molestara ni nos agobiara. Era bastante divertido saber un sitio que no debería existir, porque era imposible que alguien te molestara mientras estabas tumbado en el suelo y sentías que los bajos de una canción de LuiSea hacían que botaras de una forma frenética. Era divertido. Pero saliendo de ese sitio musical tan maravilloso, los camerinos no estaban mal. Luces, espejos, vestuario (Sandra se tendría que cambiar en algún sitio ¿no?)... un buen sitio.
El Edificio (que era así como se llamaba, se ve que los encargados de ponerle el nombre al edificio no fueron muy originales) era donde dábamos clase y, bueno, básicamente era un cubo enorme de acero plateado y cristales líquidos azules. Dentro del cubo había dos plantas: La planta baja, que era donde estaba el despacho de Samantha Daniels, la zona de inscripción, objetos perdidos, conserjería, megafonía, la cafetería y los baños. Todas esas salas eran de suelo blanco con paredes azul hielo y una ventana por lo menos.
Y luego estaba la zona de baile en la primera planta. Seis salas (una para cada estilo de baile : Funky, new style, broadway, hip-hop, ballet y commercial. Luego estaba el equipo de cheerleaders, que ensayaban en el auditorio porque las aulas tenían un techo muy bajo para hacer piruetas y saltos) divididas a tres en cada lado con un espejo enorme, un equipo de música gigante y vestuarios para cambiarse (¿que os creíais? ¿Qué Amaia bailaba con tacones? Si os contara la de veces que me ha pisado y he dado gracias a los cielos –aunque en mi caso sería “gracias a las aguas”- por no llevar esas taladradoras puestas).
Nuestra escuela no era nada del otro mundo, más bien era un poco más vieja que las demás (en 2021 hubo un problema con los cristales con los que se construyeron las primeras burbujas y algunas tuvieron grietas. Movieron a la gente que vivía en esas burbujas a algunos edificios del exterior y cuando trataron de reconstruirlas, se hizo una grieta que destrozó una burbuja por la costa de China e Indonesia)  pero no nos quejábamos. Para nosotros, bailar era como escapar del mundo en el que vivíamos para trasladarnos al nuestro propio. Creo que los alumnos que van a escuelas de baile son los únicos que quieren que llegue el día siguiente para poder ir a clase.
-No te preocupes, ya te lo decimos –dijo Sandra amablemente-. La verdad, si supieras la de veces que he tenido que hacer de guía para los nuevos, me tiraría aquí horas.
Eileen se rió. Era lo fascinante de Sandra: no podías resistirte a reírte con ella, algo que a Max y a mi nos pasaba muy a menudo. Eso era lo que hacía especial a Sandra: rebosaba carisma por todos lados.
-Si quieres puedes venir con nosotros a las clases, va a tocar enseguida –dijo Max.
-No, lo siento –se disculpó ella-. No puedo. Tengo que darle a Manu una cosa. ¿Dónde está la clase de New Style.
-Mira, vas por ese camino empedrado y aparecerás a la entrada del edificio -le indiqué, mirándola a esos ojos azules que no hacían mas que hipnotizarme y hacer que me preguntara: ¿dónde he visto yo esos ojos?-. El resto es subir por una escalera de caracol y aparecerás en un pasillo largo. Buscas la clase con un letrero en el que ponga “New Style” y allí es muy seguro que esté Manu –hice una pausa, pero me acordé de que mi tío se pasa la vida en los jardines-. Si no está, pregunta en la planta baja, en conserjería, por él. Si te dicen que está en los jardines, tendrás que esperar a que empiecen las clases, porque si ya te has perdido buscando el edificio, imagínate buscando a una persona –dije riéndome.
Eileen, Sandra y Max se unieron a mis risas. Era curioso lo rápido que Eileen nos había caído bien.
-Bueno, gracias por todo –dijo ella sonriendo-. Ya nos veremos ¿no? Aunque dudo mucho que sea por los jardines.
Nos reímos otra vez. Esa chica era la chica de mis sueños: Bailaba, era guapa, tenía sentido del humor y era un completo desastre, como yo.
-A todo esto, ¿Qué bailas? –le preguntó Sandra riéndose todavía.
-¡Todo! –dijo ella sonriente.
Le miramos perplejos. Debió darse cuenta, porque se echó a reír otra vez y nos preguntó cuando recuperó el aire:
-¿Qué pasa?
-No es muy normal que alguien baile todo -le explicó Max-. Suele ser muy caro, y acabas muy cansado.
-Creo que podré no agotarme –dijo ella sonriente-. Y por lo del dinero, seguro que una de estas –dijo señalando a las American Dancers- podría pagarme la matrícula por dos años.
No habíamos comentado en ningún momento lo de las American, y nos sorprendió que ella misma fuera la que sacara el tema, ya que nadie iría chuleándose en una escuela como esta de tener unas Dancers de edición limitada.
-Venga chicos no seáis así –nos dijo al ver que poníamos cara de sorprendidos-. Ya sé que son alucinantes, pero son como todas las Dancers que se han hecho. No son nada del otro mundo. Lo único que las hace especiales es...
-...que no deberías tenerlas –dijo una voz femenina a nuestras espaldas. Sandra, Max y yo nos giramos lentamente, esperando ver a Becca enfadada con los ojos puestos en las zapatillas, pero nos relajamos al ver a Amaia-. Becca se ha enterado que te vas a que dar un curso entero, y no le ha hecho mucha gracia Eileen.
Eileen miró de arriba abajo a Amaia, y como si ya supiera lo que iba a pasar, murmuró:
-Mierda, esto si que no me lo dijo Manu.
-Soy Amaia, encantada –dijo con una sonrisa amable en la cara. Se ve que la chica le daba pena o que la encontró simpática o vete tú a saber-. Se quién eres Eileen. Y será mejor que no lo digas a los cuatro vientos, porque te puede traer malas consecuencias, te lo digo muy seriamente, no llames la atención. Y cuando me refiero a llamar la atención me refiero a sobresalir, a bailar demasiado bien, a tener ropa muy de moda y a “eso” –le dijo preocupada señalando las zapatillas.
-¿Cuándo dices que sabes quien soy, a...  A que te refieres? –murmuró.
-Más de lo que me gustaría.
Eileen se quedó estupefacta y abrazó a Amaia. Esta nos dirigió una mirada (puesto que estábamos estupefactos. No era muy habitual que Amaia se preocupara por alguien que no fuera ella o alguna de Ellas) y le preguntó a Eileen:
-¿Lo pueden saber? –le preguntó con dulzura, como si fuera su mejor amiga o la conociera de toda la vida.
Eileen asintió
-Mirad, sé que sois las primeras personas que conozco, pero que sepáis esto ya os involucra en todo –nos advirtió Eileen mientras se separaba de Amaia -. Así que si os preguntan sobre mi sólo decid que he vivido en el exterior y que soy de San Francisco ¿vale?
Asentimos obedientemente. Y pensar que el día de hoy iba a ser aburrido.
-Veréis –empezó a contar Eileen-, ¿sabéis por qué me he podido permitir unas American Dancers? –y antes de que pudiéramos decirla nada, contestó a la pregunta que ella misma había formulado-. Mi padre es el director y fundador de Dancers Inc.
Me quedé pasmado. ¿Estaba ante la hija de Ryan Thompson? No me lo creía. En un mismo día me había enamorado, había visto a Amaia ser amable con alguien y había conocido a la hija del mejor diseñador del  mundo de zapatillas. Esto se merecía un premio, o debería ser  algún record o algo así.
-¿Qu-que t-tu pa-pad-dre es el di-direc-tor d-de Da-danc-cers In-inc? –tratamudeó Sandra.
Eileen asintió, lo que hizo que nos quedáramos más pasmados de lo que estábamos. Esto se pasaba de normal. El día había pasado de ser monótono y aburrido a dar un giro de trescientos sesenta grados.
-Ya sé que es muy raro que la chica-nueva-hija-de-un-diseñador-multimillonario venga bajo el agua a hacer un curso en una academia de poco nivel, pero es que quería cambiar de aires –dijo Eileen a una velocidad de rayo-. En San Francisco todo el mundo sabe quién soy, pero tampoco quería ir a una de esas escuelas para gente rica y famosa, porque allí todo el mundo se las da de delirios de grandeza, y eso me saca de mis casillas y me parece muy aburrido estar en un sitio donde todo el mundo se cree el mejor. Entonces oí lo de las burbujas y escogí una al azar. Tocó una cerca de esta y busqué una academia de baile. Me matriculé, pagué un curso entero, mi padre me compró un apartamento aquí y me mudé durante un curso. Me despedí de mis padres y aquí estoy. Ya podéis preguntarme lo que queráis.
Lo que hicimos a continuación no se lo esperaba para nada: La preguntamos sobre vivir en el exterior.
Ella se echó a reír en cuanto se lo preguntamos.
-¿De verdad que no queréis saber nada sobre mi padre y sobre ser la hija de Ryan Thomp...
-No –zanjo sonriente Sandra-. ¿Ves a tu padre por aquí? Yo no. Eso significa, que tenemos que preguntarte por ti, porque tu eres la que está aquí y la que importa ahora.
Eileen sonrió y nos contó en los cinco minutos que nos quedaban de descanso sobre la lluvia y la nieve (Eileen había viajado a un montón de sitios cuando era pequeña gracias a la “pequeña fortuna” de su padre), sobre su vida de pequeña en San Francisco y las fiestas, las escuelas de baile, de pasar de vivir en un pequeño apartamento de los barrios bajos de San Francisco a vivir en un lujoso chalet en el que vivían su padre, su madre, su hermano pequeño y su perro, Croqueta. Nos contó también la cara que puso su padre cuando le dijo que quería venir aquí abajo a la academia de baile.
-¡Teníais que haberle visto la cara! –dijo ella entre una sonora carcajada-. ¡No le he visto a mi padre una cara de pasmado tan grande en toda mi vida!
Entre risas y anécdotas, los cinco minutos pasaron volando y sonó el timbre (un cacharro oxidado y metálico que me parecía increíble que con todas las innovaciones que se habían desarrollado a lo largo de los años, no hubieran desarrollado un timbre que no sonara de una manera tan estridente). Nos dirigimos al aula de New style con Eileen acompañándonos.
Cuando entramos (siempre llegamos los primeros a clase y nos íbamos los últimos) , Eileen se quedó pasmada en lo respectaba a la decoración del aula. Las paredes (a excepción de la que tenía un espejo enorme que cubría casi toda la pared) estaban llenas de posters de Axxey, Montre Rela, LiuSea, Three Beat, Hugh Maxwell (el mejor coreógrafo de house que conozco) y de nuestras actuaciones. No era un estudio de baile profesional, pero era algo.
-¡Que guapo tenéis el estudio! –murmuró maravillada, sin dejar de mirar a las paredes- ¿Quiénes son esos? –dijo señalando a tres fotos pegadas en el espejo del aula.
-Son Félix, Ginna y Andrea –explicó Max-. El año pasado de Graduaron por el World Dance Studio y ahora son coreógrafos allí. Nosotros estamos intentando sacarnos el curso, pero es complicado, y necesitas como mínimo dos años de base de baile. Este es nuestro segundo año de baile de profesional, así que el año que viene, nos prepararemos para hacer el examen.
-Además, el otro examen es de impartir clases en una academia de Londres, la British Professional Academy, pero es mucho más caro y menos accesible –añadió Sandra-. Y lo mejor del World Dance Studio, es que puedes encontrar a Axxey como si fuera tu amiga de toda la vida.
Nos sentamos en el suelo, sobre las toallas que habíamos usado en los jardines, y esperamos a que llegara el esto de la gente y Manu, que lo normal es que estuviera en los jardines, mientras hablábamos sobre las colaboraciones de Montre Rela, de la  película que LiuSea haría el año que viene y sobre el libro que había escrito Frida Newham sobre la música electrónica y el dance, cuando entró Manu en clase.
-¡Siento llegar tarde! –exclamó alegremente-. Pero ya sabéis que aunque lleve aquí un tiempo eso no significa que a veces me pierda.
La clase se rió. Manu era muy bromista y le caía muy bien a todo el mundo (ahí también influía el que fuera joven), incluso hacía reír de vez en cuando a Becca, cosa que no habíamos visto todavía, pero pagaríamos por ver.
-Bueno, bueno, bueno –dijo mirando a Eileen-. Al parecer tenemos una cara nueva en la clase. Chicos –dijo dirigiéndose a todos-, esta es Eileen, viene de San Francisco, y va a quedarse aquí a hacer un curso de Mayo a Octubre.
Murmullos recorrieron la clase, pero no era por las American Dancers, si no la gente se habría quedado pasmada. Murmurarían por el hecho de que Eileen viviera en el exterior, pero eso a ella no le molestó mucho, así que Manu siguió con la presentación.
-Y como chica nueva que eres en la clase, tendrás que demostrarnos lo que sabes hacer –y se dirigió al equipo de música para poner la canción que le ponía a todo el mundo a la hora de hacer el baile de demostración: Starstruck de Lady Gaga. Manu siempre ponía esa canción, porque era antigua y poco conocida aunque fuera de Lady Gaga, y eso hacía que los bailes fueran más improvisados.
Manu le dio al play y la canción empezó a sonar y Eileen a bailar al ritmo de ella. No paraba de moverse, como si se conociera esa canción de memoria y hubiera preparado esa corografía para bailarla en la academia. Era algo mágico ver bailar a Eileen. Cada paso, cada giro, cada movimiento era increíble y perfecto. Me dejé guiar por el ritmo de la música: “Groove, slam, work it back. Filter that, baby pump that track” repetía Lady Gaga una y otra vez como si fuera unas palabras mágicas para hipnotizarme. Y al parecer lo consiguió.


 

Capítulo Uno: Todo por unas zapatillas

"Me han dicho que cuando conoces al amor de tu vida, el tiempo se detiene para que disfrutes del momento. Lo que no me dijeron fue, que luego todo avanza a cámara rápida para recuperar el tiempo perdido"



¿Qué son tres adolescentes tumbados bajo un sauce llorón milenario, riéndose de la política y de las ideas del Senado, contando su experiencia en el exterior y recordando lo que fue una vida pasada para ellos? Son tres mejores amigos de toda la vida. ¿Sabes que es lo mejor de eso? Que yo soy uno de ellos.
Mi nombre es Samuel Marcos Miranda, pero me llaman Samu y cuando se enfadan conmigo, Marcos. Nací en un pueblo en Alicante, pero ahora vivo... Si os soy sincero, ni yo sé dónde vivo. Pero sé que está cerca de España, por el Mediterráneo. Vivo en una burbuja de cristal súper-resistente de diez centímetros de grosor bajo el agua. Curioso ¿no? Pero la cosa no es curiosa. En el 2051, las cosas no son maravillosas como os las imagináis ahora. Bueno, en parte, porque si hay coches voladores (no os los recomiendo, son aún experimentales y de repente puedes aparecer e mitad de Times Square cual meteorito caído del cielo. Y creedme, os pueden poner una multa por eso. Son mejores las tablas levitadotas de colchón de aire), pastillas blanqueantes, píldoras de adelgazamiento, arandelas de materialización (son unas arandelas que te las compras, te metes en una página web y ahí te puedes pasar unas... tres cosas por arandela –hay algunas que tienen más capacidad, y también influye el tamaño de las cosas que quieras meter- y cuando las lanzas al suelo, estas aparecen. No tengo ni idea como hacen eso, pero me ha ayudado a no tener que cargar con los deberes de mates cuando era pequeño) y muchas cosas más. También las acciones de apple siguen siendo lo más recomendable para comprar, la Fox sigue siendo la cadena más vista por los norteamericanos (y el resto del mundo), el Gobierno usa cualquier excusa para enrolarte en el ejército, MTV sigue emitiendo mierda y realities (que llegan a ser lo mismo) por un tubo y los políticos siguen siendo unos jodidos corruptos. Pero lo peor es la superpoblación. Gracias a los genios que calcularon que la población no subiría mucho y después bajaría un pelín, estoy viviendo en un lugar donde nunca llueve y que siempre hace sol, rodeado de cincuenta millones de personas y con peces flotando sobre mi cabeza literalmente. Eso es vivir en una burbuja, cúpula o como lo queráis llamar. Es algo horrible. Pero todo cambió. Todo cambió cuando vi las zapatillas acompañadas de unos ojazos azules que me hicieron perder la cabeza. Si os digo la verdad, nunca llegué a pensar que ella se quedará aquí para siempre, pero en esos momento no podía pensar en cualquier otra cosa que en esos ojos azules. Ella hizo que nuestra vida (la mía y la de mis amigos) cambiara aquí abajo. Todo fue maravilloso y perfecto. Pero, las cosas no siempre van bien. El Destino suele jugárnosla (ya viste lo que le pasó a Michael Jackson) y siempre, el muy cabrón, nos jode la vida. Pero haz como las princesas, solía decirme mi madre: Si la vida es mala contigo, haz como ellas. Pon la otra mejilla y haz como que no te importa. Tarde o temprano, el Destino te devolverá el favor que te debe por fastidiarte, aunque no siempre sea como antes. Eso me ocurrió a mi. Pero no os voy a destripar toda la historia en el principio ¿no? Si no, sería un timo. Mejor empiezo cuando la vi por primera vez. La primera vez que vi esos ojazos azules acompañados de unas zapatillas de más de dos mil dólares.

Era un día soleado, aunque cuando vives bajo una burbuja de cristal, no se puede  elegir el tiempo que va a hacer. Aunque tampoco en el exterior, pero por lo menos ahí puede llover y nevar. Bueno, volviendo a mi artificial día de sol. Estábamos los tres tumbados bajo el sauce llorón milenario, el árbol más grande de los jardines del Instituto. Como siempre había un verano constante bajo el agua, tampoco era de extrañar ver peces sobre tu cabeza. Bueno, debajo de este árbol había una sombra perfecta: Tres toallas, tres amigos, tres risas diferentes, tres pensamientos iguales. Tres personas.
-Si el Gobierno fuera inteligente, habría utilizado la política de un solo hijo en América y en Europa y no sólo en China –dije yo.
-¿Realmente piensas que el gobierno iba a permitir que la gente se gastara dinero en sus hijos? –argumentó con descaro Sandra-. No lo han hecho porque si no, no habrían sacado tajada de las familias numerosas que se gastan el doble que nosotros para mantener a su familia.
-Pero mi hermana entonces no habría nacido y no nos enteraríamos de las cosas que pasan antes de que Becca lo colgara en su blog –agregó Max con una sonrisa.
Se me escapó una carcajada. La verdad, que la hermana de tu mejor amigo fuera una integrante de Ellas era un gran ventaja. Ellas (como se llaman a ellas mismas y como las llaman la mitad de las chicas del instituto) son un grupo de cuatro chicas (Alexandra, Amaia –la hermana de Max-, Katia y Laura) liderado por una quinta, Becca. Ella es la ley en nuestro instituto. O sigues su modo de juego o te hará la vida imposible a través de su pandilla de bestiajos. Pero en realidad, lo único que quiere es tener mandato en el instituto, ya que su tía es la directora y descendiente de su fundadora, Jane Daniels. Pero volviendo a nuestra conversación:
-¿De que te ríes? –me dijo Max, volviendo la cabeza divertido.
-Pues de todo –contesté yo-. Del Gobierno, del Senado, de los políticos de nuestras ideas, de nuestras vidas… De todo.
-Si –admitió Sandra mientras se daba la vuelta para mirarme-. La verdad es que nuestras vidas no les importan a nadie. Son de risa y a nadie les interes… Oh no.
Lo que había hecho que Sandra se detuviera era una personita vestida de rosa de pies a cabeza y que venía corriendo a una velocidad que me extrañó que sus tacones de más de diez centímetros no se partieran a la mitad. Era Amaia, una de Ellas y hermana de Max. La verdad es que Amaia en comparación con las demás de Ellas, era muy simpática. Siempre utilizaba una excusa para venir con nosotros y decirnos todas las novedades que se montaban en el grupo. A veces podíamos salvar a alguna chica nueva que había infringido las normas, diciéndola que no fuera al instituto o que no se acercara a algún sitio en concreto. Algunas nos hacían caso, pero otras no y acababan humilladas. Nos considerábamos una especie de súper héroes que salvan a las chicas de acabar de crema depilatoria o acondicionador de pies a cabeza. Pero aparte de eso, Amaia no hacía más que darnos un poco la tabarra y que no paraba de decidirse si ponerse rosa cherry o rosa intenso (realmente no se porqué nos lo contaba a nosotros, si ya tenía a las demás para quejarse de que tenía el culo gordo, de que ya no le valían los vaqueros del año pasado y de que tal chico se había liado con tal chica estando con otra. Exasperante). Pero en el fondo, cuando no nos chivaba planes de Becca o nos martilleaba con el gloss que se quería poner, era una buena chica.
-Oh no –repetí yo. Amaia iba corriendo, sin arreglarse y con la tablet holográfica que le regalaron el año pasado. Sólo significaba una cosa: Compra de zapatos.
-O nos largamos o nos vamos a dedicar a elegir entre unos zapatos de puta y otros de tiras de lino –dijo Sandra-. Y si os soy sincera, no me apetece bastante.
-Ni a mí –dijo Max-. Vayámonos de aquí antes de que me vuelva marica.
Me levanté riéndome. Max sabía odiar y querer a su hermana al mismo tiempo. Ella y él eran gemelos, pero no tenían un hilo que los unía. No había conexión entre ellos dos. Max y ella se habían vuelto completamente diferentes, aunque de pequeños era muy difícil diferenciarlos: Pelo moreno, ojos marrones y piel morena. Ahora eran totalmente diferentes: A Max se le habían ensanchado los hombros, había crecido mucho (unos… ¿cinco centímetros?)  y por el efecto de luz artificial de las lámparas térmicas de las burbujas, sus ojos habían pasado de ser marrones a ser azules, casi blancos (ese era el problema de las luces térmicas. Mientras que en el exterior había una variación de temperaturas dependiendo de la estación en la que se encontraran, bajo el agua teníamos unos paneles de luz enormes que convertían esto en un verano constante y daban una intensidad de luz enorme y eso podía producir cambio de color en los ojos si no levabas unas lentillas especiales que desarrollaron un poco demasiado tarde porque la mitad de los alumnos del instituto Daniels tenían o los ojos blancos o azules gracias a los malditos focos, pero había gente –como Sandra- que tenía los ojos marrones porque la luz de las lámparas les hacía mucho daño en los ojos y llevaron gafas de sol durante un tiempo hasta que sacaron las lentillas especiales. pero por eso también nos indemnizaron). En cambio, Amaia se había teñido de rubia, se había quedado un poco bajita (cosa que se compensaba con sus enormes taconazos) y se había echo un piercing en el labio (una especie de svarowski rosado). Por lo general, Sandra y yo éramos los únicos que parecíamos los mismos que en Alicante.
-¡No os atreváis a huir! –gritó Amaia sonriente-. ¡No os voy a obligar a comprar zapatos!
La gente (que se giraba al ver pasar a Amaia deprisa y corriendo, puesto que no era un espectáculo muy habitual en ella) se empezó a reír. Lo que nos faltaba. Si ya se enteraban de que Amaia era la que nos chivaba las actuaciones de humillación de Becca, estaríamos hundidos.
Cuando Amaia nos alcanzó, nos gritó:
-¡¿Por qué coño no os habéis detenido, joder?! –exclamó fatigada mientras se quitaba los tacones-. ¿Vosotros sabéis lo que es caminar con estos zapatos? ¡Imaginaos correr!
Se me escapó una risita a lo que Amaia contestó fulminándome con la mirada.
-Bueno –prosiguió Amaia haciendo caso omiso de la gente que le miraba y murmuraba-, tengo que contaros algo que es muy fuerte y que realmente, no me lo creí al principio, pero tengo pruebas de eso y... –pero Sandra le interrumpió.
-No queremos saber que los zapatos de eBay han bajado un veinticinco por ciento de descuento Amaia, sólo quiero saber si al Senado se le ha metido en la cabeza que ya nadie le hace caso, y dudo mucho que eso llegue ha pasar ¿vale?
-No es nada relacionado con zapatos, bolsos, maquillaje, bisutería o faldas, os lo prometo –dijo Amaia. Había puesto la misma cara que cuando nos intentó convencer de que había cazado un sapo del tamaño de su puño en Alicante. Y al final resultó ser verdad, pero la Amaia que cazaba sapos, aplastaba arañas con la mano y no le importaba ir con la ropa manchada de barro, había sido sustituida por una chica que sólo con hablar de un bicho vomita y que no permite que su ropa se manche ni tan siquiera de agua.
-Venga –dijo Max-. Pero rapidito, que quedan diez minutos para que se acabe el descanso y no he comido nada todavía.
Le tendí a Max un caramelo Wethers Original (esos caramelos me volvían loco. No podía para de comerlos, era algo inevitable. Siempre tenía los bolsillos llenos de Wethers Original) y volví a tender la toalla y me senté en ella mientras Amaia buscaba con avidez en Google el blog de Becca. Cuando entró nos enseñó una foto a la que (al parecer) sólo podían verla una de Ellas, cosa que nosotros nos podíamos permitir. Cuando Amaia nos enseñó la foto, al principio no sabía lo que era, así que busqué la respuesta en las miradas de Sandra y Max. Pero estaban tan incrédulos como yo. La foto era reciente, puesto que estaba tomada en el instituto cuando estaba hecho el estanque, pero no conseguía saber lo que era. Era una chica, de eso estaba seguro.
-Hum... –dijo Sandra-. Amaia, si nos has arrastrado aquí sólo para enseñarnos un burruño, pues vaya.
-No es un burruño –dijo ella, exasperada-. Mirad, fijaos en las zapatillas.
Nos acercamos los tres hasta pegar la nariz delante de la pantalla de la tablet, como si eso nos ayudara a ver las cosas con más detalles. Ninguno dijo nada hasta que Max gritó.
-¡Ya sé que coño es! –dijo triunfante.
Sandra y yo le miramos con los ojos, escrutando su cara, como si la respuesta de la foto estuviera plasmada en el rostro de Max. Pero no adivinamos nada.
-¿Y bien? –preguntó Sandra nerviosa.
-¿No veis la etiqueta dorada y la estrella blanca? –dijo sonriente señalando a las zapatillas-. ¿No lo veis?
A mi me costó más que a Sandra, porque ella no tenía los ojos cambiado de color por las luces y aún conservaba un poco de mejor visión que yo, pero nos dimos cuenta de que eso no se veía todos lo días: Esa chica llevaba unas American Dancers.
-Es... imposible –tartamudeé-. La foto tiene que estar trucada.
-No lo parece –dijo Sandra-. Además ¿de qué serviría tener la foto trucada de una chica con algo con lo que Becca sueña? Sería una tontería.
-La chica se llama Eileen –dijo Amaia haciendo caso omiso de nuestras ideas- y viene del exterior sólo para hacer el curso de Mayo a Octubre. Raro ¿no?
-Si, la verdad es que es muy extraño, ya que casi nadie viene aquí abajo, normalmente es al revés.
-Además –añadí yo-, si puede permitirse unas American Dancers...
-...Platinum Edition –me interrumpió Amaia.
-¿En serio? –preguntó Sandra incrédula.
-...¿para qué venir aquí justamente a este instituto que es un poco bazofia en comparación con los demás de danza? –continué yo-. Podría matricularse en Juilliard y le sobraría dinero para sobornar a los jueces para que le dieran la admisión.
-Samu tiene razón –me apoyó Max-. Esa chica esconde algo. Y me apuesto lo que sea que a Becca no le ha hecho ninguna gracia.
Amaia se quedó en silencio un rato, por lo que nosotros interpretamos que eso fue un “si”
-Pues... –dijo pensativa-. No le ha hecho mucha gracia la verdad. Las zapatillas más nuevas que ella tiene de Dancers Inc. son unas Cool Icy Dancers, así que... Suponéis que se habrá puesto como una furia al saber que una chica nueva tiene unas American Dancers y que aún no han salido, así que serán las de Limited Edition. Y eso es algo muy malo.
Los cuatro lo sabíamos. Una cosa era decirle a Becca que su ropa no te gustaba o que tenía las puntas abiertas, pero tener algo que ella no podía conseguir, era algo totalmente distinto. Porque estabas dejándola en ridículo y también dando a ver que ella no podía tenerlo todo cuando era eso lo que quería aparentar.
-Habrá que encontrar a... ¿cómo decías que se llamaba? –preguntó Sandra.
-Eileen –contestó Amaia exasperada-. En serio, ¿cómo haces para recordar la lista de la compra?
Amaia y Sandra nunca se habían llevado bien. Mientras que Sandra había salido con Max (durante un tiempo y ahora no estaban juntos, rompieron hace mucho) y le había quitado a Amaia el puesto de capitana y base en el equipo de cheerleaders, Amaia le había robado un novio a Sandra e hizo que se rompiera un brazo en un entrenamiento. Pero cuando estábamos Max y yo delante, se comportaban de una manera más... humana y dejaban de comportarse como niñas pequeñas que se dicen insultos inofensivos unas a otras. Tal vez porque no querían aparentar ser unas inmaduras o porque no les apetecía acabar ambas con arañazos en la cara.
-No sé vosotros –dijo Max- pero me da la nariz que Eileen es ella –dijo señalando a una chica.
Y vaya chica. Era preciosa: Tenía una melena larga, a la altura de la espalda, lisa y vaporosa, como si estuviera pintada con acuarelas, unos ojos azules, pero no el azul albino que tenía la mayor parte de la gente aquí o el azul plateado ese tan extraño que tienen habitualmente las personas. Era un azul muy intenso, casi artificial, como si fueran lentillas, pero se notaba que esos ojos eran suyos. Era un azul muy bonito, muy... azul. Azul ultramar, azul eléctrico, azul marino, azul cielo, azul celeste, azul zafiro... Todos los tonos de azul. Todos y más. Era algo muy extraño, pero a la vez fascinante. Todo lo  demás en ella era normal: Una boca suave y redonda con pintalabios rojo mate, sombra de ojos plateado con purpurina azul, pestañas negras y largas y cara bonita. En el pelo llevaba una pinza del pelo con el símbolo de Axxey, la mejor cantante que he oído en mi vida. Llevaba una camiseta de tirantes blanca (lo que hacía que su piel de porcelana pareciera un poco morena) con un rótulo en el que ponía “Dance 4 ever” en rojo y azul y escote de corazón. Me esperaba ver una minifalda vaquera o de vuelos, pero me topé con unos pantalones cortos, muy cortos, que dejaban a la vista unas piernas largas y finas. Los pantalones estaban rotos y la tela de los bolsillos sobresalía por el bajo, pero estaba hecho aposta, porque uno tenía dibujado unas estrellas blancas sobre un fondo azul y el otro estaba pintado a rayas rojas y blancas. Que patriota. Lo que yo quería ver, eran las zapatillas de dos mil dólares. Las American Dancers.

 

Prólogo

-¿Samu?
-Eileen, notición –dije yo entusiasmado.
-No fastidies –dijo ella como si ya supiera lo que le iba a decir.
-Pues si. ¡Me dejan ir a San Francisco contigo!
-¡Dios! –gritó por el otro extremo del teléfono-. ¡No me lo creo, no me lo creo! ¡Vas a venir conmigo a San Francisco!
-¡Si! –me hacía mucha ilusión ir con ella al exterior otra vez-. Pero…
-¡Nada de peros! –me interrumpió totalmente  ilusionada- Tengo que planearlo todo, y como luego me vengas conque no puedes te juro que te mato. ¡Dios, que ilusión me hace! Te presentaré a mis primos y a mi madrina. Es una mujer estupenda y muy joven. También conocerás a mi madre y a mi hermano pequeño. ¡Es un auténtico torbellino! Ya verás. ¡Y volverás a ver a Alex! Está muy emocionada. Desde lo del concierto en Moscú, quiere saber más sobre nosotros. ¡No me puedo creer que vayas a conocer a mi familia! Te lo vas a pasar genial. Y…
-¡Eileen! –grité exasperado. Cuando se emocionaba, hablaba a una velocidad increíble.
-¿Qué? –preguntó ella riendo-. Lo siento si hablo mucho, pero es que estoy muy contenta.
-Lo sé, pero que sepas una cosa: Iré de todas formas, pero tu padre te ha dejado quedarte abajo después de ir a San Francisco ¿verdad?
-Si tranquilo. Por eso no hay que preocuparse. Mi padre dice que ya soy mayor para tomar mis propias decisiones y que como la casa es necesaria tenerla ahí, pues que si puedo.
Sonreí. Ambos estábamos emocionados. ¡Iba a ir al exterior! Otra vez, pero esa vez fue para hacer el viaje por Europa siguiendo la Future World Tour de Axxey. Aunque sólo fue una parte de ella. Esta vez iba a conocer a la familia de Eileen y estaba realmente nervioso.
-…y podríamos ir al restaurante giratorio. He oído que ahora lleva un láser materializador y es mejor que subir en ascensor. Aunque la verdad sería mejor ¿no? –preguntó con picardía.
-Entonces comeríamos despeinados –dije yo mientras reía-. Voy ahora a tu casa ¿vale?
-Vale. Aún tengo que llamar a mi madre para decirla que vienes y decirle a mi padre que prepare las cenas y las fiestas.
-¿Vamos a ir a las fiestas de San Francisco? –estaba perplejo. Los padres de Eileen  se estaban molestando mucho que yo fuera a su casa. Y la verdad, tenía muchas ganas de ir.
-No no vamos a ir a las fiestas de San Francisco –zanjó Eileen. Me desilusioné. Las fiestas de San Francisco, fueran donde fueran, eran auténticas leyendas, y quien iba a una de esas se le podía considerar Dios o algo así-. ¡Vamos a ir a La Fiesta de San Francisco! –gritó Eileen.
Me quedé de piedra. ¿A La Fiesta? En ese sitio te podías encontrar a E.M.A. o a Montre Rela como a un igual. Esa fiesta era la fiesta de las fiestas, era como, como… Como comer con Axxey o como cantar en el escenario con LiuSea o como ganar la lotería o como bailar con Three Beat. Es algo con lo que todo el mundo sueña, pero que es muy difícil de conseguir. 
-¿No es un poco excesivo? –pregunté anonadado. Puede que alojarse en la casa de alguien no fuera de cobro, pero ir a La Fiesta… ya me parecía muy caro.
-No pasa nada –dijo ella-. Mis padres dicen que ya que vas a venir a nuestra casa, que por lo menos disfrutes de la estancia.
-De acuerdo –acepté yo mientras salía de casa y cogía el Minder-. Estaré allí en cinco minutos.
-De acuerdo –hizo una pausa-. Te quiero
-Y yo –dije y oí como colgaba.
Salí de casa por la escalera rápida y le dejé a mi madre una nota diciéndola que estaba en casa de Eileen. Cuando salí, me dirigí al garaje y saqé las llaves de mi bolsillo. Apreté el botón, me metí en el Minder y salí directo a la casa de Eileen. Me fijé en el paisaje. Era un poco chocante encontrar árboles en mitad del océano, pero era agradable. Cuando llegué al pequeño parque que había antes de la casa de Eileen (un lugar muy agradable y apartado repleto de niños con sus madres detrás de ellos, cosa que me hizo recordar los días de mi infancia en Alicante), recibí un mensaje de Max. Encontré un sitio cerca de su casa y lo abrí. Dentro no había ninguna nota de Max ni nada. Sólo un link del blog de Becca, cosa que hizo que me pusiera nervioso. Esto no significaba nada bueno. Lo abrí mientras llamaba al piso de Eileen. Me leí la pequeña entrada del blog acompañada de una foto que me paralizó totalmente.
-¡Hola Samu! -me saludó Mike, su portero.
-Hola –dije yo mientras releía la entrada. No podía ser posible.
Me dirigí al materializador del piso y seleccioné el hall de Eileen. Cuando aparecí en la habitación, oí llorar a Eileen y otra voz que la consolaba, que lo más probable era que fuera Alex.
-¿Eileen? –la llamé mientras avanzaba hacia su habitación.
-¿Samu? –oí decir a Alex-. ¿Eres tu Samu?
Cuando la fui a contestar ya había entrado en la habitación. Y lo que vi me dejó sin aliento. Eileen estaba con los ojos rojos, cosa que hacía que sus ojos azules parecieran más grandes y brillantes, respiraba entrecortadamente y tenía el móvil tirado en el suelo. Lo cogí y vi que era la entrada del blog de Becca. Me miró y se echó a llorar de nuevo.
-Os dejo a solas –me dijo Alex.
-No, no es necesario –dije yo.
-Si –dijo ella autoritariamente-. Si que lo es Samu.
Cuando Alex se fue de la habitación, corrí a abrazar a Eileen. Nos quedamos así un rato (yo abrazándola y ella llorando desconsoladamente y machándome de rímel la camiseta) hasta que habló:
-¿Tu también lo has visto? –me preguntó en voz baja.
-Si, mientras venía aquí –le contesté.
-No me puedo creer que Becca me haya hecho esto –murmuró antes de echarse a llorar otra vez.
-No pasa nada, todo se arreglará –le dije mientras la besaba en la cabeza-. Todo se arreglará.
Ni yo me creía esas palabras, pero Eileen pasó de estar en tensión a relajarse un poco. Hundió la cabeza en mi hombro, pero la cogí de la barbilla y la besé. Nunca pensé que ese sería nuestro último beso.